LEVEL VEGGIE BISTRÓ: O COMO HACER ALTA COCINA VEGANA

Hace varios meses que una gran amiga me recomendó este restaurante. Pero diversas circunstancias habían hecho imposible acudir hasta ahora. Pues bien, la espera ha merecido la pena…y con creces.

Comenzaremos por el local, el cual está situado enfrente del Parque del Retiro, concretamente en la Avenida Menéndez Pelayo 61. La entrada la presiden dos grandes ventanales a pie de calle que otorgan a todo el espacio una luz natural que resalta los colores beige del restaurante, dándole una gran calidez ambiental. La estructura del recinto recuerda mucho a un loft, con dos zonas para comer diferenciadas. La primera anexa a los ventanales anteriormente comentados y la segunda en una zona más interior. El restaurante también acoge generalmente exposiciones de nuevos artistas.

La cocina vegana lógicamente cuenta con menos posibilidades por estar limitados lo alimentos que se trabajan. Sin embargo, en el Level Veggie Bistró esto no supone ningún impedimento para sorprender al comensal con platos ricos, sabrosos, saludables, estéticos y con ciertos toques vanguardistas. Existen opciones crudiveganas excelentes en la carta, pero también platos en los que las cocciones largas a bajas temperaturas hacen que se preserven tanto los sabores como las cualidades de la excelente materia prima que se utiliza.

Para abrir boca os recomiendo que pidáis medias raciones. Os puede salir algo más caro, pero así probareis más platos. Podéis empezar por el paté vegetal con crackers. Suave, especiado pero equilibrado y ligero. Los espárragos bistró son una auténtica delicia en sí mismo. Sin nada más. Vienen acompañados de una crema de avellanas tostadas y calabaza que para mi gusto tapa en demasía el excelente sabor del espárrago. Por último, os recomiendo el veggie roll. Son láminas enrolladas hechas de pimiento rojo, zanahorias y frutos secos y rellenos de brotes de alfalfa, daikon, cebolla y apio. En carta pone que se sirve con creme fraiche, pero en nuestro caso fue con una crema de lombarda exquisita que armonizaba perfectamente el resto de alimentos. Además, es sin duda ninguna, uno de los platos estéticamente más vistosos de toda la carta.

Ya en los segundos, os adelanto que el servicio se pone especialmente insistente en recomendaros la lasagna. Hasta tal punto que parece que quieren dar salida al plato por algún motivo sospechoso que te hace incluso dudar seriamente si pedirla o no. No dudéis. Pedirla. Es sencillamente espectacular. Los vegetales (calabacín y espinaca) crujen y saben a lo que tienen que saber. No a porexpan que es a lo que saben el 90% de la verdura que consumimos. La salsa de tomate natural es magnífica y las nueces le dan un toque exótico y contundente a modo de parmesano. También os recomiendo el papillot de setas, aunque la oferta de estas puede variar según temporada. La salsa es cremosa y ligera, con un punto anisado y avainillado que le otorgan tanto el Pernod como el estragón respectivamente.

Y como fin de fiesta os propongo que os decantéis por la contundencia de las tartas, ya sea la de Ramiro (que ricos los higos) o la doble de chocolate (cremosa, potente, cacao en estado puro).

Como puntos a mejorar reseñaría simplemente dos. La carta de vinos es escasa y, en general, con referencias de no muy buena calidad. Por otro lado, y aunque es cierto que mientras estás en la sala comiendo no lo notas, cuando sales del restaurante percibes que la ropa se ha impregnado del típico olor a cocina. Así que a mejorar esa salida de humos. Por lo demás, os aseguro que no os arrepentiréis de esta experiencia.

Precio medio por persona: 35€