En el barrio de Chamberí, muy cerca de la Plaza de Colón y el Paseo de la Castellana, abrió hace poco más de un año, un pequeño y elegante restaurante que ofrece una cocina fresca, refinada e innovadora.
El local cuenta con una capacidad para unos 20-25 comensales y dos espacios diferenciados. El primero, nada más entrar, donde se ubican algunas mesas y la barra. Y el segundo, un pequeño salón interior mucho más recogido e íntimo. La ambientación es muy característica de los países nórdicos. Así, la luz del local es muy cálida y acogedora, algo que refuerza los tonos pastel tanto de paredes, mantelería y mobiliario y los ocres del ladrillo visto en alguno de sus muros. La decoración, por su parte, es práctica, limpia y minimalista.
Alpe ofrece una cocina internacional, haciendo un recorrido por varias partes del mundo, pero centrándose sobre todo en la gastronomía mediterránea y centroeuropea debido a la estancia en Suiza durante varios años de su chef. Uno de los pocos peros que podemos poner al restaurante es lo reducido de su carta: 3 entrantes, 3 primeros, 3 segundos y 3 postres. Estos platos sirven de base para combinar los dos menús degustación que te ofrecen: un de 10 pases y otro a la carta con la opción de 5 pases, de los cuales puedes elegir 3 de ellos.
Empezamos con la primera sorpresa: una esfera de chocolate con gel de verduras y crujiente de aceituna. La esfera está perfectamente elaborada y consigue su efecto de explosión líquida en boca, aunque he de decir que el sabor a verduras es demasiado sutil (probablemente porque el caldo con el que se ha hecho sea corto). Acompañando a la esfera un crujiente de aceituna muy bueno, pero que peca de lo mismo que el anterior, siendo su sabor demasiado suave.
De primeros el salmón con espuma de piña está impecable. En su punto de cocción, marida perfectamente con el ácido de la espuma de piña. El crujiente hecho con la piel del pescado le da un toque de originalidad al plato. Os recomiendo también que pidáis la gyozas de lengua y langostinos. Se trata de una clara representación de lo que comentaba al principio. Un plato que aúna cocinas tan dispares con la china (gyozas) y la mediterránea (lengua y langostinos guisados). Si, ya sé que la casquería os suele echar para atrás, pero os animo a que intentéis dejar a un lado los prejuicios. La masa de la gyoza está perfecta y el mar y montaña de los anteriores elementos resaltan la concentración de sus sabores tras un guiso lento, donde también se nota la presencia de salsa de ostras.
Ya en los segundos, las carrilleras al curry son una auténtica delicia. La carne se deshace en boca y el curry junto con el vino tinto de la reducción hacen que el plato sea todavía más ligado y exótico. Y llegamos al que, para mí, es el mejor plato de toda la carta: el arroz castizo. Se trata de un arroz meloso hecho con callos y aire de limón sencillamente espectacular. No sabes muy bien si te estás comiendo un arroz de carne o unos callos a la madrileña. Pocas veces he tenido la sensación de estar comiendo dos platos en uno, con sabores tan identificables por separados que funcionen tan bien cuando se fusionan.
Para finalizar, destacar la tarta de queso azul y dulce de sidra. Fuerte, como es el queso azul, pero en su punto justo. El ácido de la sidra pone el contrapunto al dulzor. Muy bueno y elegante es el meregue a la doublé créme. Una propuesta estética, ligera y fina en varias texturas para todos los que seáis más golosos.
En resumen, un restaurante de alta cocina atractivo, diferente y sorprendente, con un extraordinario servicio y con precios bastante asequibles para este tipo de locales. Que lo disfrutéis.
Precio medio: 45€
