Este pequeño y elegante restaurante está ubicado en la Plaza de la Paja, en pleno corazón del popular barrio de La Latina. Aunque los comedores son pequeños (sobre todo el de la planta de abajo), la blancura de las paredes y gran parte del mobiliario les da una sensación de amplitud mucho mayor de la que realmente tienen. La decoración es afrancesada, aunque sin caer para nada en el recargamiento. Tiene también una terraza en dicha plaza, algo a tener muy en cuenta por los tiempos que corren.
La cocina del Naia es mediterránea, desenfadada y con guiños continuos a lo asiático, lo cual otorga a sus propuestas un carácter muy especiado, sugerente y original. Igualmente, la variedad de los productos utilizados es sorprendente, siendo una buena opción para vegetarianos.
Para comenzar, existen múltiples posibilidades para compartir, puesto que muchos de los platos están concebidos como las típicas raciones. De entre todas ellas os proponemos algunas más tradicionales y otras más exóticas. Si hacía tiempo que no las comíais buenas, podéis pedir las patatas bravas. La salsa brava pica, como debe de ser, pero no molesta. Pero es que, además, se complementa con una salsa alioli suave y cebolla frita crujiente. Por si esto fuera poco, las papas son canarias y se sirven arrugas.
Los raviolis de calabaza son exquisitos. Muy equilibrados de sabor y con una gran ligereza que le otorga la mantequilla de salvia. Esta última le da el toque justo de aroma y sabor a pino y eucalipto.
Podéis seguir con las samosas de verduras y chutney de hierbabuena y cilantro. La verdura está perfectamente cocinada, casi al dente. La pasta brick crujiente, como debe de ser. Quizá, y por poner algún pero, se trata más de una salsa de nata reducida que de un verdadero chutney, que es un tipo de confitura, mucho más espesa y con una mayor carga de azúcar.
Uno de los primeros estrella son los huevos con migas, trompetas y trufa. La potencia de la trompeta se junta con la del pimentón impregnada en las migas, haciéndote rememorar aquellos sabores y olores camperos que seguro alguna vez hemos podido disfrutar con nuestros mayores.
Pasando a los segundos, os proponemos tres opciones. En primer lugar, la carrillera de ternera con curry rojo y arroz jazmín es mantequilla pura. La carne está perfectamente guisada, deshaciéndose en boca. Y la salsa tiene ese regusto al vino tinto reducido, donde la potencia del curry confiere al plato mucha personalidad.
En segundo lugar, el tartar de atún con arroz japonés, wasabi y lima, es una propuesta ligera, donde el atún está cortado en la medida justa y el wasabi y la lima le aportan el toque fresco.
Por último, os recomiendo el arroz bomba con carabineros de Huelva. El arroz, hecho a banda, está en su punto. Es cierto que el fumet se queda algo corto de sabor, pero esto es compensado por la originalidad del gusto anisado que proporciona el hinojo. El formato de cocinado y presentación es en paella, lo cual es de agradecer ya que, generalmente, el mínimo de comensales para este tipo de platos suele ser de 2.
Y para acabar con algo dulce, no dejéis de pedir la fondant de chocolate con helado de violetas. Si bien es cierto que el chocolate líquido y espeso brilla por su ausencia cuando metes la cuchara (no sé por qué la gente se sigue empeñando en utilizar nombres de platos ya existentes para nombrar otros diferentes), el sabor es ligeramente amargo y buenísimo, más aún cuando lo mezclas con el helado.
Como apuntes a mejorar, quizá la carta de vinos, aunque original, es algo escaso y subida de precio. Igualmente, sería importante incluir alguna opción más de pescado en los segundos.
Precio medio: 38€
